Su mundo era el ajedrez. El pequeño Bobby se sentía preparado para hacer del ajedrez su vida y centrar en ello todos sus esfuerzos de cara al futuro. Si bien antes de los doce años no había sido un niño prodigio como tal, al menos no uno especialmente brillante, entre los trece y los quince años experimentó un proceso de explosión ajedrecística completamente inaudito en un adolescente de esa edad.
Después de que su espectacular partida contra el maestro Donald Byrne hubiese recorrido las publicaciones especializadas de todo el mundo, haciendo que su talento en ebullición fuese entusiásticamente reconocido por varios los más importantes maestros hasta en la Unión Soviética, el todavía niño pensaba que era momento de dar el salto definitivo a la competición adulta. No ya sólo como invitado especial en algún que otro torneo, sino como participante de pleno derecho. No se trataba únicamente de un impetuoso deseo del siempre competitivo Bobby, sino que su ascenso en los rankings empezaba a respaldar su decisión. No quería seguir jugando ajedrez para niños. Porque, de hecho, no jugaba ajedrez para niños.
1957 fue el año en que se produjo ese salto. Aunque, eso sí, empezó participando una vez más en el Campeonato Junior de los EEUU, donde —como todo el mundo esperaba— volvió a arrasar. La organización del campeonato, por cierto, cometió el desliz de ofrecer exactamente el mismo premio que el año anterior: una máquina de escribir. Detalle que no hizo muy feliz a Bobb… ahora poseía dos mecanográficas exactamente iguales. Aquella sería la última ocasión en que Fischer se dejaría ver en una competición juvenil. Las competiciones juveniles se le habían quedado pequeñas, simple y llanamente.
Tras aquel segundo título junior empezó a centrarse únicamente en torneos adultos. Volvió al US Open, donde el año anterior había obtenido un aceptable resultado, aunque esta vez superó las expectativas y quedó clasificado en primer lugar. Ya por entonces había empezado a recibir invitaciones del extranjero —por ejemplo, se desplazó brevemente a Cuba para un torneo de exhibición— pero las declinó para poder inscribirse por primera vez en el Campeonato de los Estados Unidos, donde se enfrentaría a los doce mejores jugadores del país, algo a lo que ya tenía derecho gracias a su veloz avance en el escalafón. No había finalizado el colegio y ya competía por la corona nacional.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario