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Se dice que en España suelen abundar los envidiosos y los anales se remontan nada menos que a la figura del hidalgo del Renacimiento y el Siglo de Oro. A ciertas cualidades unía bastantes defectos, entre ellos el que nos ocupa, muy emparentado con la soberbia. No está exento el ajedrez de tales pecados capitales. Aarom Nimzowitch, uno de los grandes ante el tablero, también parece que era todo un campeón cuando de ser soberbio se trataba. Fue derrotado en una ocasión por un rival bastante inferior y casi conmocionado, se dedicó a repetirse a sí mismo: “No me explico cómo he podido perder con este idiota; no lo entiendo”. Savielly Tartakower se refirió en alguna ocasión al modo de ser del ajedrecista letón: “Ha encontrado el procedimiento de hacer inatacable su “sistema”: cuando tiene éxitos en un torneo lo aplaude; cuando tropieza y fracasa, lo atribuye a no haberlo seguido”. Reflexiones por Juan Antonio Montero...
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