domingo, 19 de mayo de 2013

El ajedrecista que juega tumbado


El ajedrecista que juega tumbado
Sus huesos son tan frágiles que no puede sentarse. El indio Shailesh Nerlikar, de 35 años, vive así desde los seis, cuando su médico le administró una sobredosis de calcio que tuvo efectos contraproducentes. Cualquiera habría renunciado a competir, en su condición, pero él sueña con llegar a gran maestro. De momento, ha conseguido entrar en la clasificación de la Federación Internacional, con 1.598 puntos Elo, aunque la meta queda todavía lejos.
Shailesh Nerlikar vive permanentemente postrado, pero su mente no deja de volar. Anatoli Karpov cuenta que, siendo un niño enfermizo, su madre llegó a prohibirle que jugara en la cama. Misión imposible. Sin necesidad de un tablero, su imaginación seguía proyectando las piezas en el techo de la habitación. En el caso de Shailesh, su enfermedad es anterior a su pasión por el juego, que empezó hace diez años, como una forma de pasar el rato, unos ratos eternos. Pronto descubrió una libertad de movimientos que no es posible alcanzar fuera de las 64 casillas.

Shailesh Nerlikar, esta misma semana, en un torneo celebrado en Ahmedabad.
Las fotografías son de Sam Panthaky para AFP
Sarla, su madre, ayuda a este joven compatriota del campeón del mundo todo lo que puede. Cuando vio su determinación por progresar en la que es casi la única actividad que se puede permitir, decidió conseguirle un entrenador y acompañarlo a distintas competiciones. Su primer torneo tuvo lugar en Kolhapur. En 2010, participó en el Abierto Internacional de Parsvanath, en Delhi, según informa el Daily Bhaskar. Más tarde jugaría en Kolkata. Los organizadores se quedaron tan impresionados por su esfuerzo que le regalaron un portátil, con programas adaptados para que pudiera practicar. El ordenador se ha convertido en otro compañero inseparable.
Los Nerlikars no quieren que nadie mire a Shailesh como a un inválido. «No siento pena por él. De hecho, gracias a sus progresos, se puede decir que nuestros esfuerzos han sido recompensados», añade Sarla. El menos condescendiente es el propio jugador, que disfruta ayudando a otras personas y donar los premios que consigue a distintas causas. A su vez, recibe una beca de un empresario de Kolhapur que le permite seguir participando en torneos. Queda gente buena por el mundo.

Fuente: Jugar con la Cabeza

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